UNA FAUNA SILVESTRE CON SUFICIENTES DIENTES Y CUERNAS PARA SATISFACER LA TROFEÍTIS REINANTE…
Marcelo Verdeja – Club Tierra de Caza
Casabesta (del lat. quassicare, quassare: golpear, cascar y bestius: bicho).
Me he tomado la libertad de traer aquí el palabrejo inventado por el inolvidable Francisco León, para definir de forma más que notable, las sueltas de animales en recintos cerrados y proceder a su posterior “extracción” por medio de la acción de caza.
Así sus derivadas serían: Casabestor: el participante en la casabesta. Cazabestería: jornada o partida de cazabesta y casabestero: el desenjaulador de la casabesta.
Por desgracia, todo ha evolucionado a peor. Si ya en esa época esto era motivo de cierta preocupación ¿Qué podemos pensar ahora, cuando cercones, sueltas y animales criados a pienso, forman parte de numerosos cotos y terrenos, donde decir cazar es un eufemismo?
La ley lo autoriza, qué le vamos a hacer. Quizá apelar al buen criterio de muchos cazadores que están en contra de este sin sentido, que comprenden que cazar es algo más que garantía de resultados, no ya de cantidad, que ya sería bastante impropio, si no de trofeos garantizados, o eso tan bonito que te preguntan cuando has cazado un jabalí: ¿Tiene boca? A lo que te apetece contestar: “El pobre no sé cómo ha llegado hasta aquí sin boca pero en cambio culo sí que tiene”.
Si ya es bastante falsario para la caza este tipo de chiqueros, en los que algunos en su afán por ofrecer la montería del Universo, realizan con artera maña aquello del robo al campo de lo que no es suyo, con ese tipo de pasos a la golosa comida donde el que entra no sale, peor aún es la importación de animales de otras latitudes, en una desmesura de cuernas y dientes para mayor gloria y lustre de insignes monteros.
Parece ser que lo que el suelo patrio ofrece en esta materia, ya no satisface a algunos. Ni el mejor jabalí soriano o de Orense, ni el ciervo más lustroso de la Culebra, de Somiedo, o de los Montes Universales, o el corzo palentino, o de Burgos, hacen temblar el pulso y soliviantar el corazón a monteros con hambre de nuevas sensaciones. Ahora lo que encalabrina las pajarillas es el marrano polaco, francés o húngaro, el venado letón o rumano y el corzo siberiano, eso sí de granja, bien cebados y torpes de andares para que no corra demasiado y podamos apiolarlo en su justa (muy justita) carrera.
Nuestros investigadores en temas cinegéticos, de los mejores del mundo, vienen advirtiendo desde hace años de la desvergüenza con que pasan nuestras fronteras, miles de animales destinados a la cazabesta, y advierten del peligro que suponen para la fauna local: enfermedades desconocidas y la pérdida de pureza genética de nuestras especies. Porque a pesar de ir a sitios cerrados, no se puede garantizar la total estanqueidad de esos ruedos y al final acaban liados con los propios. Nada más claro que el caso de los corzos importados y su parásito.
Sería más que conveniente que se controlaran estos cambalaches, que con rigor se limitara de forma drástica la importación de estas especies, para que ocupen el lugar que les corresponde pero ni un milímetro más. Es inadmisible que circulen por España, tanto bicho foráneo sin control (no sanitario, sino cinegético) y que de forma absurda estemos tirando por la borda nuestra fauna.
Oigan, creo que por un lado hay que velar porque sigamos manteniendo nuestras especies de la forma más natural posible, que tenemos una fauna silvestre de lo más genuina, con suficientes dientes y cuernas para satisfacer la trofeitis reinante y por otro convendrán conmigo que eso no es cazar, es otra cosa pero cazar cazar no.