Recechar en Cazorla tiene un “no sé qué” que engancha.
Desde mi primera experiencia a gamas, hace cinco años, he vuelto a la Sierra de Cazorla todos los años, a buscar el lance, que no el trofeo. El lance en Cazorla, por cazar en abierto, por la dificultad del terreno, por la climatología, suele ser especial, quedando en la memoria del cazador y en las tertulias de caza. A ver quién, en las reuniones previas a una montería, no ha escuchado batallitas de los recechos de Cazorla.
Este año conseguí un rececho de muflón selectivo a través de nuestro club y acordamos realizarlo durante el 13 y 14 de diciembre. Me desplace a Pozo Alcón para desde allí, y acompañado por el guarda Jose Ródenas, cazar la zona Sur de la Sierra de Cazorla. La previsión climatológica no auguraba que fuésemos a cazar en mangas de camisa, pero cazar no es ir a pasear por el monte y hay que apechugar con lo que toca.
El día 13, jueves, es para no contarlo, niebla espesa como una sopa, agua, nieve y granizo, hicieron que los animales buscaran cobijo y no tuvimos ninguna oportunidad, aunque solo por ver los bosques de Cazorla cubiertos por una capa de nieve valió la pena estar en el monte.
El día viernes, amaneció con la misma pinta aunque con previsión de mejora a lo largo del día. Iniciamos la jornada cubiertos por una espesa niebla que no permitía observar la presencia de los animales. Sobre las 11:30 y ya cuando íbamos a desplazarnos a otra zona buscando mejor tiempo, empezó a despejarse la niebla que abandonó a jirones los fondos de los barrancos donde esperábamos encontrar el deseado muflón. Estábamos en el paraje de Navahondona, muy cerca del nacimiento del río Guadalquivir, y unos primeros rayos de sol empezaron a calentar la solana del barranco y en su busca asomó un muflón que cumplía con las características de la pieza que buscábamos.
Entre él y nosotros un cantil que nos permitió acercarnos sin ser vistos, aunque tuvimos que pisar terreno escarpado y subir a la parte superior no estuvo exento de riesgo, cargados con el equipo de caza. Jose llegó a una plataforma, desde la que divisó al animal y preparó el apoyo para el rifle con su mochila, tras lo que acabé de subir hasta el emplazamiento de tiro y me acomodé esperando que el muflón se cuadrase, mostrándome su costado para un tiro seguro. Al final se cruzó y pude tirarle. No sé si fue un mal cálculo de la distancia o por un más que probable error mío, el disparo no fue todo lo certero que debiera y lo empance, y por lo cerrado del monte no pude repetir.
Bajamos del riscal y al acercarnos al sitio del tiro vimos un buen rastro de sangre, lo que confirmaba que el animal estaba tocado y decidimos empezar a pistearlo inmediatamente. Esto no se si fue acertado, pero si que me demostró la dureza de esta especie y lo necesario que es colocar el tiro donde toca, pues nos llevó tras el mas de un kilómetro entre el pinar, realizando un pisteó que hubiese disfrutado “Pepa” la teckel de Pepejuan. Finalmente dimos con el cuándo se rindió y busco el fondo del barranco, rematándolo con un ya certero tiro al codillo.
El resultado está en la foto, una alegría inmensa por el resultado, un precioso animal que me acompañará en mi memoria, y del que recordaré el esfuerzo para localizarlo, la experiencia de su caza y la satisfacción de su cobro. UN LANCE.
No puedo terminar estas líneas sin mostrar mi más profundo agradecimiento al guarda Jose Ródenas por su trabajo incansable y su buen hacer para ofrecerme la posibilidad de conseguir este hermoso muflón.
Y por supuesto a Club Tierra de Caza por su magnífica gestión en la preparación de estas jornadas de caza en Cazorla.